Tengo el gusto de publicar aquí un artículo de Héctor Daniel Castro sobre liderazgo titulado "El liderazgo paradojal" para la Cátedra UNESCO de la Universidad Católica de Cuyo. Héctor Daniel es Licenciado en Psicología y ha desarrollado su carrera combinando las áreas Clinicas y de Psicodiagnóstico con las de Organización y Recursos Humanos:
Hablar de crisis de liderazgo nos enfrenta a revisar y reflexionar sobre algunos conceptos que tienen que ver con la condición humana del líder, sus posibilidades y prerrogativas.
Sin embargo, al pensar en los líderes, pocas veces nos situamos en revisar a sus seguidores. El líder, como parte esencial nos remite a otro/s que lo ubican, posicionan, confirman, en su identidad de líder.
En síntesis, si alguien es líder es porque hay quien necesita, reclama ser liderado. En otros términos, la idea de líder no debe ser escindida de la de seguidor. Hablamos entonces de una identidad complementaria, de proceso de co-construcción.
Este vínculo diádico se co construye desde una mirada y un sentimiento conjunto, un lugar que se conforma como marco común de una experiencia, vivenciada o idealizada. Entonces la pregunta podría ser modificada, o la realidad re pensada.
¿Es el liderazgo el que está en crisis?, ¿son los seguidores de los líderes? ¿Son las propuestas de los líderes las que plantean el problema?
Para responder estas preguntas partimos de la idea de liderazgo como un estilo vincular que promueve el desarrollo del otro, como diría Tom Peters[1]: “Los líderes no crean seguidores, crean líderes”.
De tal modo que el liderazgo se convierta sin dudas en un servicio, un servicio de promoción humana. Y ésta promoción del desarrollo evolutivo de un ser humano sólo se da a partir de la crisis. Es ésta el motor y motivador de toda conducta humana, la crisis es, la fuerza que impulsa la evolución humana.
La angustia que ella genera es el campo fértil para la creatividad, la inventiva, los desafíos, que llevan a la superación del sí mismo, al conocimiento del propio talento. La crisis posibilita re nacer a la realidad, y en más de una oportunidad re definirla. ¡Bendita sea la crisis!
El líder debería poner y ser la crisis a sus seguidores, entendiéndola como el motivador que nos arranca del ostracismo de la rutina diaria, de la agonía de lo mismo. Nos debería impulsar a reflexionar y percibir un mundo sin conformismos ni quejas monocordes e inoperantes ante el cotidiano devenir.
El líder debe ser atrevido y tomar el desafío que significa movilizar personas en medio de la incertidumbre, donde el rumbo puede ser conocido, pero no siempre el lugar de llegada, y donde los sujetos deben hacerse responsables del problema y de buscar las soluciones, deben ser capaces de contener la presión que generan los cambios y los conflictos, pero en la medida suficiente que no de paso a disminuir el trabajo adaptativo.
Y estos líderes, ¿dónde están? ¿Han desaparecido? Estos líderes siguen estando y siguen su avatar. Pero los seguidores ya no los eligen, los seguidores buscan líderes menos atrevidos. Los seguidores han cambiado sus preferencias para no tener que cambiar. Han elegido a aquellos que proponen realidades mediáticas, inventadas, fastuosas, con un glamour de cotillón, o los empoderados en la impunidad que prometen demagógicamente mientras amenazan con el Apocalipsis si no son seguidos o elegidos.
Pero claro, elegir un líder que me promueva como ser humano implica algo que cada vez está más discutido, rechazado y desatribuido… implica “sacrificio”. Este proceso se da, tanto en el auto liderazgo como en el que promueve a los otros.
Y quizás este sea el problema, parece que los seguidores buscan modelos de líderes que no exigen “sacrificio”, ni compromiso, ni afrontamiento a la incertidumbre. Más bien ofrecen una vida virtual donde el seguidor vive fantasiosamente la vida del otro. Y este fantasma lo afirma en una realidad que no es tal, que permanece a expensas de la idealización y la negación, y que además aliena, pero que ofrece una vivencia por lo menos cómoda.
¿Será esto una respuesta ante el miedo al protagonismo de la propia vida, a mirarse a sí mismo, el pensar que es imposible llegar a determinados lugares? ¿Será acostumbramiento o la incapacidad para sostener la frustración que implica evolucionar en el camino del liderazgo? donde muchas veces la imposibilidad de poseer planos o mapas que nos indiquen el rumbo a recorrer, más aún donde alguna vez es necesario desechar las que aparecen como las sendas más seguras, las más transitadas, las “socialmente establecidas”, las que auguran una vida llena de éxitos y sin sobresaltos, hacen que éste se convierta en un proceso un tanto peligroso.
El costo a pagar por erigirnos en protagonistas y creadores de nuestra propia vida, es asumir el riesgo de tomar decisiones, y de seguir a quienes nos ayuden a convertirnos también en líderes, siendo conscientes que los desvíos, los tropiezos y las frustraciones son parte insoslayable de ese proceso de aprendizaje y crecimiento. Y esto implica sacrificios e incertidumbre.
La aparición de la incertidumbre pone a prueba la veracidad de las pautas que elegimos para diseñar el camino a seguir y también supone, y también pone a prueba al líder que elegimos para que nos conduzca en el proceso de evolución.
Por ello, resulta indispensable desarrollar:
· Una cosmovisión personal sobre el ser humano, su mundo, su realidad espiritual, estructurantes de su visión y misión cotidiana.
· Esto daría una proyección personal, como capacidad de imaginar su escenario vital, sus horizontes, y los vínculos que debe establecer para desarrollarse como ser humano vincular y enfrentándose a la contingencia de ser humano y trascendente.
· Y finalmente la capacidad para sostener la frustración sin perder la cohesión interna, permitiendo que este sacrificio, que este dolor sean el escalón necesario para seguir evolucionando.
· Todos estos procesos precisan insoslayablemente de una argamasa que los cohesione y sostenga que son los valores. Sin valores no hay destino. Sin valores, no hay un marco decisional que marque un camino.
En relación a lo expuesto, es posible pensar que hoy por hoy los líderes elegidos llevan adelante un liderazgo paradojal, que funciona en tanto y en cuanto quien lo sigue nunca podrá llegar a crecer y ser líder, pero eso sí, evitan a sus seguidores la crisis, el cambio y sobre todo procesos que irrevocablemente los enfrentan a cuestionamientos que se deben resolver con el sustento de valores.
Pero los seguidores los aceptan así, quizás sostenidos en la panacea del pensamiento mágico, que todo llegará fruto de algún destino alienante que nos resarcirá de toda responsabilidad en los resultados.
Entonces volviendo a la reflexión inicial, ¿la crisis está en el liderazgo? ¿La crisis está en los líderes? Bueno, esto es parte del vínculo por lo que sin duda debería revisarse, pero fundamentalmente es necesario precisar que la crisis está también en los seguidores de los líderes, que los eligen o descartan desde determinados valores. La crisis está en la elección y los valores que sustentan ese proceso volitivo que hace que un determinado líder sea legitimado. Quizás el planteo sería, ¿qué clase de líderes se buscan hoy y por qué? ¿Qué procesos actúan como motivadores de la conducta de quienes pretenden seguir un líder? ¿Qué valores promulga ese líder que hace que sea elegido en desmedro de otro? ¿Por qué ciertos valores pierden vigencia hoy?
Y el lugar de los líderes sería alentar la crisis que pueden generar estas preguntas, para que se produzca un verdadero proceso de revisión personal.
La crisis sería la que nos alienta a reflexionar en cómo hacer para no perder la batalla frente a la desidia y el miedo, la comodidad y la huída del sacrificio. Como líderes, éste es nuestro nuevo desafío, superar la crisis de no caer en crisis. Para volver a situar los valores como parámetros de sustento decisional.
Me animo a citar a Einstein cuando dijo:
“Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla”.
¡Si este desafío nos pone en crisis, bienvenido sea!
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